
Aquella noche tuve la pesadilla más horrible de mi vida. Soñé que mi hija tenía un accidente de coche y desperté llorando, pero la sensación de que algo iba mal no se terminó cuando desperté. A la mañana siguiente, era ya domingo. Fui corriendo a la habitación de mi hija y ¡menos mal! Allí estaba durmiendo como un ángel. Aquello me tranquilizó y fui a trabajar contenta de que hubiera vuelto sana y salva.
Sin embargo, cuando llegué a casa, “algo” me dijo que ella no estaba bien. “¿Qué te pasa?”, le pregunté. Me miró seria a los ojos y me dijo: “Tuvimos un accidente de coche. Yo no lo conducía. La carretera tenía una gran cuesta y muchas curvas. Corríamos mucho, demasiado, y de pronto, el coche se le fue de las manos a Julián. Pensé que nos matábamos y también pensé en ti, mamá. Te llamaba”. Nos abrazamos llorando. ¿Es posible que captara el mensaje de socorro que me estaba mandando mi hija desde miles de kilómetros? Sea lo que fuere, doy gracias a la providencia por tener a mi hija sana y salva, pues el coche quedó completamente destrozado.
María Saba Yáñez
Revista Año Cero Nº 20
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