jueves, 5 de junio de 2008

M, R, S, T, A, L

Un sábado por la noche, cenando en casa de unos amigos, alguien tuvo la ocurrencia de hacer una sesión de “ouija”. Al cabo de un rato creímos haber “contactado” con el que dijo ser mi padre (muerto ocho años antes). Respondió con exactitud a varias preguntas personales. Le pregunté, por último, si quería algo más, y el vaso empezó a señalar una serie de letras sin sentido aparente: M, R, S, T, A, L.

Al día siguiente fui a la playa con mi hija y mis tres sobrinos, y como a la vuelta teníamos que pasar por el cementerio, me acordé de la noche anterior y propuse a los niños ir a poner un ramo de flores al abuelo.

Al entrar en el cementerio me encontré con un ex-compañero de trabajo que estaba en el entierro de su hijo, muerto por una sobredosis de heroína el día anterior. Le acompañé durante un rato y mandé mientras a los niños a limpiar y colocar las flores en la tumba del abuelo. Al cabo de unos minutos me llamaron a gritos, y al llegar comprobé que el nombre de mi padre inserto en la lápida estaba incompleto… Le faltaban precisamente las letras M, R, S, T, A, L, que se encontraban esparcidas por el suelo. El nombre de mi padre era Manuel Castellón Torres.

Rosa Castellón Lueiro, Vigo (Pontevedra)
Revista Nº 9 "Año cero"

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