lunes, 24 de enero de 2011

AL FINAL DE LA ESCALERA

Jamás podré olvidar la escalera de la casa de mis tíos. Viven en un quinto piso y hace pocas semanas tuvieron el ascensor estropeado durante unos cuantos días. Mi familia apenas iba a visitarles, porque era una auténtica paliza subir tantos escalones (se trataba de un edificio antiguo, de esos que tienen descansillos interminables con sub-escaleras).
Un día, tenía que llevarles unos papeles de mis padres y aunque no me hacía demasiada gracia la escalada, comencé a subir procurando respirar hondo.
De repente, noté la presencia de algo o de alguien detrás de mí. Como se me estuvieran observando por encima de mis hombros. Me di la vuelta pero no conseguí ver a nadie. Sólo sentí una especie de corriente de aire que me puso los pelos de punta.
Cuando faltaba sólo un piso para llegar a la casa de mi tío. Sentí un dolor punzante el costado izquierdo y me faltó la respiración. Me llevé la mano hacia la zona donde sentí el dolor y vi que estaba sangrando. Apretando el costado, llamé a la primera puerta que vi. Gritaba y lloraba, presa del pánico. Pero sin saber por qué, la herida se cerró inmediatamente cuando la dueña de la casa abrió la puerta y el dolor desapareció.
No quise contarle lo que me había pasado. Pensaría que estaba loco. Pero yo sé que aquello fue real. ¿Qué o quién pudo haberme atacado?

Rodrigo Jiménez
La Coruña
Revista Año Cero

Bueno ¿qué opináis realidad o ficción?